A veces debo trabajar con emprendedores tan entusiastas con su proyecto, que hasta a mí me cuesta cobrarles. No hay nada más importante que el compromiso, la identidad, el "enamoramiento" del empresario con su proyecto y las ganas que pone para que resulte. La experiencia de formular y evaluar un proyecto en conjunto con el inversionista, nos hace sentir más la responsabilidad de ayudarlo a optimizar su inversión y, al final, si el proyecto resulta rentable, sentimos casi su misma alegría y si no es rentable, su misma desilusión, aunque con la tranquilidad de haberlo ayudado a evitar una mala inversión.
Recuerdo haber leido que un estudiante de la Universidad de Wisconsin, exponiendo sobre la vida de Abraham Lincoln se identificó tanto con los ideales de este hombre, que en su exposición dijo "...nació en una cabaña mística que construyó con sus propias manos...".
El empuje del inversionista y la objetividad del evaluador, sumados, son la mejor alianza para una buena evaluación de un proyecto