Muchos lanzamientos de libros se usan para que el autor trate de mostrar lo que sabe sobre una materia dando una conferencia que a nadie interesa escuchar.
Por eso, preferí compartir con ustedes algunas emociones, que a lo mejor tampoco les interesa escuchar, vinculadas con este texto.
Todo lo que he hecho en mi vida se ha relacionado con proyectos. Algunos rentables y otros no. Pero como enseño a mis alumnos, cuando alguien les diga que su proyecto es basura, no se preocupen…la basura se transforma en abono. El evaluador de proyectos sabe darle valor tanto a sus éxitos como a sus fracasos.
En mi caso, fue por coincidencia mi primera inversión la más rentable que he logrado en mi vida. A los 14 años empecé a pololear con mi esposa, Cristina, ya llevamos 43 años juntos, y me sigue dando dividendos. Además de una compañera leal, que me hace sentir permanentemente su cariño y una confianza incondicional, me dio dos hijos estupendos, Andrea y Alvaro, y dos nietos….ah…y una externalidad positiva: mi yerno. A todos ellos, a mis hermanos y al recuerdo de mis padres les debo la motivación para seguir tratando de superarme día a día. Por eso mis primeros agradecimientos van a ellos.
Pocos saben la importancia de mi gran amigo, Ernesto Fontaine (ausente hoy por estar dictando un curso de proyectos en República Dominicana), en que este acto que nos convoca se esté realizando.
En 1969, antes de terminar siquiera el primer semestre de economía en la UC me expulsa por mal rendimiento.
Siete años después, él mismo me selecciona entre una terna para ser su alumno en un curso de proyectos dictado por el BID. Claro que me eligió por malo. Por ser el peor de los tres postulantes de la Universidad de Chile. Ahí me dio mi primera gran lección de proyecto. La rentabilidad marginal de asignar una silla en un curso no se logra seleccionando a los mejores, sino a quienes puedan darle a esa silla vacía el mayor beneficio incremental neto.
Este año, Ernesto vio desechado su proyecto de toda una vida. Aquél donde nos formó (¿o transformó?) a tantos profesionales para que privilegiáramos la conveniencia para el país por sobre intereses políticos en el difícil proceso de asignar los recursos de todos los chilenos. Pero su siembra de 30 años dará cosechas por muchos años más. No sé cuantos autores de libros de proyectos fuimos sus discípulos. Pero trataremos de continuar su obra. A él también mis agradecimientos: por su formación, su amistad y su confianza al nombrarme profesor de su CIAPEP en la Universidad Católica.
El próximo año se cumplen 50 años desde que don Julio Melnick publicara el primer texto de evaluación de proyectos. Si revisáramos hoy su libro desde la página 200 a la 204, veríamos que es el índice de todos los libros de proyectos que se han publicado. Si don Julio no hubiera cumplido con la responsabilidad, que muchos eluden, de transferir el conocimiento por él creado, difícilmente estaríamos hoy reunidos acá, ya que probablemente ni siquiera se nos habría ocurrido la idea de trabajar el tema. Por coincidencia, muchos años después tuve la ocasión de participar en otro gran proyecto exitoso junto a su hijo Sergio Melnick (y el mismo Alvaro Saieh…): la reforma de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile.
También tuve la suerte de que mi hermano Reinaldo tuviera, coincidentemente, el mismo apellido mío: es más fácil de recordar la marca Sapag y Sapag.
No sé cuantos proyectos hemos evaluado juntos, pero sin duda son ellos en gran parte responsables de las ideas que nos permiten esta actualización. También nuestro trabajo universitario en más del 50% de las universidades chilenas y muchas extranjeras, nos han ayudado a darle un carácter didáctico a un tema que puede ser considerado denso para algunos.
También tuve fracasos. Invertí 32 años como académico de la Universidad de Chile hasta que un ex rector me destituyó, dándome la oportunidad de mirar que hay otros proyectos tanto o más atractivos.
¿Por qué a estas alturas abandono mi vida tranquila y reduzco mis innumerables y gratificantes conferencias internacionales por un proyecto como la creación de una Facultad de Economía y Negocios en la Universidad San Sebastián? Porque evalué el proyecto y decidí invertir el saldo de mi vida en un proyecto donde los objetivos de un equipo completo son compartidos. Todos creemos en la educación (no en la instrucción que es lo que se ofrece hoy día) como un medio invalorable para dar igualdad, apoyar el desarrollo y ¿por qué no? modificar lo que el sentido común, el menos común de los sentidos, ha declarado como irreversible.
Muchas gracias